sábado, 29 de octubre de 2011

Lisette Model


Tercera y última foto de Lisette Model :)


Me había citado por primera vez con aquella mujer que sin querer me escribió. Hizo llegar su nota por debajo de mi puerta y me dejó su dirección. Cinco o seis cartas después se dio cuenta de que no era yo al que buscaba, pero aún así nos seguimos escribiendo.

Ella era de algún lugar lejano. No sabía cómo, dónde, ni cuándo, apareció aquella nota bajo mi puerta, pero doy gracias al cielo de que aquello ocurriese.

Ella vendría con un vestido blanco con puntitos negros y un clavel rojo en la oreja, sujetando su pelo. Yo iría con traje, corbata y boina. Una boina que me regaló mi padre antes de ir a la guerra.

Estaba nervioso, había llegado una hora y media antes y ya no sabía qué hacer, estaba desmenuzando el billete del autobús y ya llevaba unos cuatro cafés. El corazón me iba a mil y cada vez que miraba la hora el reloj parecía atrasarse en vez de adelantar el tiempo. Tenía el estómago cerrado. Leía y releía la carta en la que ella me citaba y me describía con detalle su vestido para que no la confundiera con otra, pues no habría otra para mí. Era ella, sí o sí.

Las sillas del café eran cuanto menos incómodas. El relleno de los asientos hacía mucho que había muerto y viajado a mejor vida, por lo que mi trasero estaba totalmente inquieto. Mis músculos se tensaron cuando, entre el gentío que había frente a la puerta vislumbré un suave y ligero vestido de tela blanca y con puntos negros. Mis ojos se engrandecieron cuando ese vestido lo vi acompañado de unos preciosos zapatos de tacón. La gente dejó pasar a semejante ángel que entró por la puerta...

Su piel negra contrastaba con el blanco de la tela, el clavel rojo descansaba sobre su oreja izquierda y sus manos sujetaban nerviosas su bolso. Se acercó a mí, la miré de arriba abajo, ambos nos miramos con sorpresa, yo blanco, ella negra, pero sonrió y el resto del mundo y sus miradas desaparecieron pues quien tenía delante era una estrella personificada en una sonrisa tan dulce que no pude dejar escapar.

Y aquella misma noche, le pedí que se casara conmigo.

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Mancha de pintura