sábado, 29 de octubre de 2011

Lisette Model


Tercera y última foto de Lisette Model :)


Me había citado por primera vez con aquella mujer que sin querer me escribió. Hizo llegar su nota por debajo de mi puerta y me dejó su dirección. Cinco o seis cartas después se dio cuenta de que no era yo al que buscaba, pero aún así nos seguimos escribiendo.

Ella era de algún lugar lejano. No sabía cómo, dónde, ni cuándo, apareció aquella nota bajo mi puerta, pero doy gracias al cielo de que aquello ocurriese.

Ella vendría con un vestido blanco con puntitos negros y un clavel rojo en la oreja, sujetando su pelo. Yo iría con traje, corbata y boina. Una boina que me regaló mi padre antes de ir a la guerra.

Estaba nervioso, había llegado una hora y media antes y ya no sabía qué hacer, estaba desmenuzando el billete del autobús y ya llevaba unos cuatro cafés. El corazón me iba a mil y cada vez que miraba la hora el reloj parecía atrasarse en vez de adelantar el tiempo. Tenía el estómago cerrado. Leía y releía la carta en la que ella me citaba y me describía con detalle su vestido para que no la confundiera con otra, pues no habría otra para mí. Era ella, sí o sí.

Las sillas del café eran cuanto menos incómodas. El relleno de los asientos hacía mucho que había muerto y viajado a mejor vida, por lo que mi trasero estaba totalmente inquieto. Mis músculos se tensaron cuando, entre el gentío que había frente a la puerta vislumbré un suave y ligero vestido de tela blanca y con puntos negros. Mis ojos se engrandecieron cuando ese vestido lo vi acompañado de unos preciosos zapatos de tacón. La gente dejó pasar a semejante ángel que entró por la puerta...

Su piel negra contrastaba con el blanco de la tela, el clavel rojo descansaba sobre su oreja izquierda y sus manos sujetaban nerviosas su bolso. Se acercó a mí, la miré de arriba abajo, ambos nos miramos con sorpresa, yo blanco, ella negra, pero sonrió y el resto del mundo y sus miradas desaparecieron pues quien tenía delante era una estrella personificada en una sonrisa tan dulce que no pude dejar escapar.

Y aquella misma noche, le pedí que se casara conmigo.

jueves, 27 de octubre de 2011

Lisette Model


Después de un breve, pero merecido, paréntesis, vuelvo con el ciclo Lisette Model. Espero poder ponerme en los próximos días con Weegee que ya pronto terminaré este ciclo ¡y aún no he preparado nada! Espero que os guste, aunque este vaya a ser distinto de todos los demás ;)


Había una vez una mujer a una cámara pegada.

No sabía mirar sin ella,

porque sin ella, no encontraba nada.


Mas un espejo la miraba

y su corazón al verlo de angustia temblaba.

Aquella mujer de pelo cano

y piel arrugada

no era ella, sino su gemela malvada.


Años y años estuvo mirando a través de un objetivo

y jamás se paró un minuto a encontrarse consigo.

Su vida, carrete tras carrete,

se había ido.


No había manera para aquella mujer

de volver al principio

y ser niña otra vez.


Abrió sus brazos en la noche.

Tiró la cámara al vacío.

Suspiró,

y como caballo que lleva el viento,

resurgió de sus cenizas el bello ser que llevaba dentro.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Metamorfosis

Quiero hablar de la metamorfosis del alma.
De la metamorfosis que sufrimos durante nuestras vidas, ésa que nos hace cambiar cuando llegamos a un tope. Una metamorfosis que nos hace cambiar radicalmente. Una metamorfosis que nos conlleva el perder a muchos y ganar a otros.

A lo largo de mi vida he sufrido metamorfosis sin siquiera darme cuenta. Mi cuerpo ha cambiado, mi pensamiento ha evolucionado, mi alma se renueva de vez en cuando y mi corazón...bueno, mi corazón sigue siendo pequeño, sigue atrofiado. Ya lo tengo aceptado.

¿Qué hemos de sentir cuando necesitamos cambiar?
En mi espalda noto las ganas de que salgan mis alas y de salir volando. Mi alma dice ''¡Corre! ¡Ve! ¡Vuela libre!'' pero mi corazón no; mi corazón me grita que me quede, con la poca fuerza que tiene late aprisa para que cuanto más me aleje de todo, más quiera quedarme. Me engaña. Me engaña y yo no sé cómo hablarle para que me deje seguir caminando.

No sé qué esperar de esta vida. Siento que va a ocurrir algo grande, algo gordo, algo que cambiará mi mundo tal y como lo conozco. Pero me da miedo saber qué es, porque aunque espero que sea ese amor que tanto y tanto deseo, se acabará convirtiendo en una gran masa de soledad y anhelo, una masa que me perseguirá y en la que me hundiré sin salvavidas alguno...

¿Veis? La vida es un regalo, pero no los pequeños juicios que se hacen a través de ella.
Yo he tropezado varia veces, estas últimas semanas quiero borrarlas de mi memoria porque, aunque han habido peores, han sido malas. Porque he tropezado tantas veces que ya las manos me sangran de apoyarme en el suelo. He actuado de mala manera y he sufrido en gran parte esas palabras.
Siento que mi cuerpo se desvanece con el paso del tiempo, que día tras día la gente me demuestra que le importo, pero siento que no correspondo a nadie como es debido, aunque yo lo desee con toda mi alma. Mi alma no responde, está dormida, está centrada en otros problemas.

O quizás sea yo, que no siento igual que los demás. Que soy especial a la hora de sentir y cuando hablo, nadie me escucha, nadie me entiende...o quizás, mi subconsciente hace que no quiera que me entiendan. Me siento cohibida, rota y olvidada, supongo que un poco de cariño de vez en cuando ayudaría. Pero ahora mismo me siento olvidada debajo de mis sábanas y nadie pregunta por mí.
Quizás sea cosa de mi alma o del pequeño quiste llamado corazón.

Serán las nubes de lluvia, el síndrome pre-menstrual atrasado o seré yo que no me entiendo, pero lo que sí sé es que llevo dos meses sintiendo que no soy yo, que mis actos no son correctos y que no puedo pararlo. Siento que tengo miedo de lo que estoy sintiendo y haciendo, tengo miedo de hacer más daño, tengo miedo de dejar de ser yo misma...y sobre todo, siento que no puedo parar. Que se muere una parte de mi cuando no sé qué digo y lo digo. Siento que me asusto cuando olvido las cosas que no siento importantes y en realidad lo eran. Siento que mi cuerpo no es el mío y que...podría olvidarlo en un andén como se olvida una chaqueta antes de subir al tren.

Sólo sé con certeza...que me gustaría poder dormir hasta que mi nuevo yo salga a la luz. Hasta que mude mi piel, mi alma, y por qué no, mi corazón.

martes, 25 de octubre de 2011

Lisette Model


Empezamos con el ciclo Lisette Model. Serán otras tres fotos con otras tres historias distintas. Espero que os guste tanto como el ciclo de Diane Arbus!


Los pasos ajetreados de la gente de la ciudad sonaban como los cascos de los caballos en una carrera. Sus pies tocaban el suelo, aprisionaban el sonido y lo dejaba salir en forma de carcajada, de grito o de banal conversación.

Las personas, como hormigas, viajaban rápido, cruzando calles sin mirar, entre los coches o entrando en los edificios que tocaba para volver día tras día a su monótono trabajo.


Pero no todos dejaban abandonados los días uno tras uno. En la ciudad que nunca duerme, en la ciudad en la que las luces no se apagan, pues cuando se esconde el sol se encienden los neones y cuando éstos se apagan el astro rey se despierta, hay una persona cuya vida apenas le importa a unos pocos y cuya muerte, si eso ocurriera, no le importaría a nadie, pues nadie la recordaría.


Ese extraño ser, llamado vulgarmente Pobreza, acecha en cada esquina de cada calle intentando llevarnos a los más oscuros reinos. Ropa rasgada, mal olor, durmiendo entre cartones, corazones deshilachados, almas rotas y lágrimas que se secan con el contacto de la piel sucia. Un recuerdo es lo único que te mantiene vivo mientras intentas sobrevivir una fría noche más vigilando de que nadie te intente robar lo poco que tienes, de que nadie te mate por envidia o estando alerta para no morir congelado y ser pasto de las ratas y de los gatos que, minuto a minuto te miran imaginando que eres un plato de comida caliente y abundante. Comerán hasta hartarse.

Culpas a tu desquiciada mente que te habla. Culpas a tu mujer, a tu marido, a tus hijos, a tu familia, te culpas a ti mismo...culpas a todos los que pasan a tu alrededor y no te miran. Culpas a los que te miran y lo hacen con desprecio. Culpas al presidente por dejarte morir en la calle. Culpas a todo lo culpable, esa piedra, esa nube o ese pájaro que volaba sobre tu cabeza.

Y con un grito de esperanza en los ojos y exhausto te tumbas en el suelo, sobre tus cartones, junto a esa tienda en donde venden cosas que brillan...y mientras lo único que ves son las pisadas de los demás, las prisas y sus vidas, tú cierras los ojos...pero no volver a abrirlos nunca más.

lunes, 24 de octubre de 2011

Diane Arbus


Seguimos con el ciclo 'Diane Arbus' y 'Fotografía con historia'. Esta es la tercera y última de la serie de Diane Arbus. Mañana empezaré con Lisette Model y sus tres fotos correspondientes. ¡No os olvidéis de comentar!

Lidia y Eleanora eran amigas desde bien pequeñitas. Nunca entendieron por qué la gente se apartaba y cuchicheaba al mirarlas, se ponían tristes e iban llorando a sus madres preocupadas. Éstas, que también se conocían de tiempo atrás, siempre les contestaban lo mismo ''si la gente no puede miraros el alma cuando os ve sonreír es que son ciegos de nacimiento''.

Lidia y Eleanora siempre iban juntas a todos los sitios, les gustaba tomar el té en el jardín, un día en casa de Lidia y otro día en casa de Eleanora. Siempre acompañado de pastas y sus mejores amigos, Benny el oso y Mara la jirafa.

Lidia y Eleanora se hicieron mayores, crecieron juntas frente a las adversidades de la sociedad que intentaba apartarlas de toda la realidad, pero ellas lucharon y salían de paseo día tras día. Acompañaban a sus madres a hacer recados y bailaban en los bailes del pueblo. Al fin y al cabo eran las únicas capaces de sonreír cuando estaban felices, capaces de sacar una sonrisa a aquellos que sólo encontraban lágrimas. Eran pura luz y sinceridad. Eran alma y eran corazón.

Si había algo que les gustase más que sonreír era hacer fotos. Miles de fotos llenaban sus paredes, miles de personas las miraban sonriendo, miles de paisajes iluminaban sus pequeños corazoncitos.

Pero si había una foto que ambas guardaban con especial cariño era una foto en la que las dos vistieron falda, vistieron sus mejores sonrisas y sus mejores tocados. Vistieron su mirada más sincera y verdadera y salieron a bailar. Sus madres hacían años que habían muerto pero ellas jamás se asustaron pues mientras se tuvieran la una a la otra nunca se perderían.

Aquella noche bailaron como nadie, disfrutaron de las luces de colores y de la música y tras aquella noche de felicidad pidieron que les hicieran una foto para inmortalizar aquel momento. Esa foto adorna cada rincón de la casa que comparten; no tienen fotos de boda, ni fotos de familia, no tienen hijos, y apenas tienen amigos. No tienen suegros ni cuñados, pero no les hace falta, pues tienen amistad y es tan fuerte que ni la muerte podría separarlas.

Lidia y Eleanora son dos personas pero comparten una misma alma, un mismo corazón y un mismo sentimiento.

Amistad.

domingo, 23 de octubre de 2011

Diane Arbus


Seguimos con las foto con historia. Seguimos con Diane Arbus. Esta es la segunda fotos de tres en total. Espero que os guste.

Corría por las calles vacías de la ciudad. Sudaba y respiraba con dificultad, el aire no le llegaba a los pulmones, los nervios le podían y no sabía si aguantaría mucho más.

Corrió calle, abajo evitó un callejón lleno de aquellos seres; ''¿de dónde han salido?'' no dejaba de preguntarse.

Aquellos seres habían aparecido de la nada, habían destruído todo cuando conocía, su familia, su hermana, su ciudad...apenas se podía reconocer lo que algún día fue. Como único recuerdo llevaba el bate de béisbol que le regaló su padre al cumplir los seis años, se había empeñado tanto en tener uno que a su padre no le importó gastarse el dineral que se gastó sólo por ver su cara de felicidad al desenvolver aquel trozo de madera.

El extremo de aquel bate goteaba sangre por encima de la sangre ya coagulada. Recuperó el aire durante un par de minutos y veía al fondo una marabunta de aquellos muertos vivientes. La radio lo había anunciado varios días atrás, pero nadie hice caso, como de costumbre.

Siguió su camino y al ver que se acercaban más y más, decidió seguir un poco más allá del colegio donde se encontraba la policía. Al llegar vio un furgón lleno de policías que gritaron que corriera más rápido que estaban a punto de alcanzarlo. Con un último esfuerzo llegó a la parte traserá del furgón y subió, bate de béisbol en mano.

Atrás dejaba aquella ciudad maldita, el recuerdo de tiempos mejores y a aquel ser muerto o vivo o dios sabe qué, que se parecía a su hermana y que, con la mandíbula desencajada y el paso cojo, intentaba alcanzarlos.


viernes, 21 de octubre de 2011

Diane Arbus


Este año, el primer trabajo que me han encargado es, que cojamos 10 fotos de tres fotógrafos distintos y que escribamos algo que nos diga esa foto, ya sea una historia corta, un comentario o un 'tweet'. Por ello, he decidido compartirlo con vosotros :)
Seáis muchos o pocos, dejéis huella o no. Pero definitivamente ¿con quién mejor si no? Os dejo la primera foto (de tres), es de la fotógrafa Diane Arbus y nada, espero que os guste.

Su casa olía a basura y a deshecho. Sus manos olían a lejía y a otros productos químicos. Su nariz ya no olía lo que a su alrededor había.

La luz entraba por los resquicios de la suciedad de las ventanas. Jeringuillas rotas, una copa vacía, seis botellas de cerveza desparramadas alrededor del cubo de basura que supuraba moscas. Su cama era un colchón en el suelo; sus amantes eran las drogas que noche tras noche recorren sus venas llegan hasta lo más hondo de su cerebro y tiñéndole el alma de sensaciones únicas que repetía y repetía hasta que los vómitos la hacían despertarse de sobresalto por las mañanas.

Cegada por el sol del mediodía, Celine se levantaba a duras penas del colchón, a veces sola, a veces acompañada por alguien que ni siquiera conocía. Llegaba al baño y se tomaba seis aspirinas y dos pastillas anticonceptivas 'por si acaso', pensaba siempre. Se miraba a la cara en el espejo, pero Celine ya no se reconocía, no era ella, había dejado de ser ella misma mucho tiempo atrás.
Su pelo ya no era aquella melena rubia que le recorría la espalda cuando era una niña, ya no tenía mirada feliz; tenía mirada de adulta. Pero, mirando en lo más hondo de su propia mirada, aún podía ver a aquella pequeña de rizos de oro que conquistó el mundo una vez y que, ahora, sobre las estrechas paredes de su piso, una fotógrafa la está retratando para quedar inmortalizada en la memoria, una vez más.

Porque al fin y al cabo la memoria es eso, una fotografía.

jueves, 20 de octubre de 2011

Lo que un hueso

Ahora pesa lo que un hueso de cereza.
Mi vida flota sobre las demás, viajando entre las nubes de un cielo azul radiante. Anestesié al corazón y estoy volando sin la preocupación de poder caer al vacío y morir. Busqué un sentimiento y encontré un alivio.

Notas que aún recuerdo suenan en mis oídos cargadas de grandes recuerdos de un primer amor. Mi sonrisa se implanta en la cara, no la puedo esconder. Mis labios cantan las letras sin poder pararlos, son palabras a veces sin sentido pero es que no hay que escuchar lo que dice, sino lo que no dice.

Leer entre líneas ¿es tan difícil? Para la gente normal sí...

He ahogado mis penas en un vaso de trina de mandarina y he disfrutado bebiéndomelas. Ahora sólo me falta una sonrisa, la tuya quizás, para que me ilumine los escalones que tengo que ir subiendo hasta llegar a mi recompensa.

Pero antes, dormiré plácidamente entre mis sábanas, abrazada a un peluche y soñando con Utopías olvidadas en mi subconsciente. Únete y ayúdame a despertar junto a ti.

lunes, 17 de octubre de 2011

Extraño

Hoy el día se oscurece por momentos, como mi alma frente a esta soledad helada que me oprime el alma y me rompe el corazón.
Suspiro porque quiero algo, porque necesito de eso y porque quiero lo que tienen los demás. Tu vida, mi vida, la vida de los otros ¿qué es lo que me espera a mí?

He intentado buscar dentro de mí, pero todo está como mi habitación, desordenado. Tengo la cabeza en los pies y el alma perdida en mi bolsillo. Tengo tu imagen en mi cabeza pero, ¿existes? Sí, existes, tienes que existir. Semejante persona tiene que existir, sino, ¿de qué me ha servido escribirte tanto y llorarte tanto?
Llorar a un ser invisible...o quizá no, no lo sé.

Hoy el día se nubla. Hoy el sol no sonríe. Hoy la luna quizás no salga a jugar. Por ello deseo encontrarte para que, en días como hoy, tu sonrisa sea la luz que me guíe, para que bajo la lluvia pueda besarte, para que, al final de todo, seas tú y no otra la que se lleve mi corazón a su cama y duerma a su lado la noche entera.
Sé que estás ahí, sé que existes, te siento, pero...¿dónde te escondes?

domingo, 16 de octubre de 2011

Estrella

Esa inseguridad que da imaginar su pelo acariciando tu cuerpo. Esa inseguridad que te da imaginar unos besos que aún no han llegado a tu alma pero que imaginas e imaginas intentando que sean reales.
Ese deseo de poder por fin abrazar un corazón afín al tuyo. El deseo de poder escribir su nombre con las yemas de tus dedos sobre el cristal empañado por el frío de fuera, un deseo infantil pero que reconforta tanto...

Mas en la oscura inopia del sentimiento del ser humano no he encontrado aún un ser capaz de seguir una a una todas mis palabras sin necesitar más para poder explicarme. Mis palabras, susurros callados en un vacío inexistente que intentan llegar a tu oído mientras duermes tranquila en tu cama. Un deseo, una vida, un beso, una flor, un corazón, un alma, una llama, una chispa, una palabra...
Palabras palabras, ¿dónde os escondéis cuando me atrevo a utilizar mi voz y no mis dedos? ¿Dónde os dejo? ¿Os olvidáis de repente de cómo salir al exterior?
Mi castillo está hecho de ladrillos de deseo, mi muralla es una neblina inocua para los malignos que me atacan desde la espesura de un bosque cercano. Mi magia no los ahuyenta, ni siquiera mis lágrimas los ahogan en dolor.

Pero hay una luz, una luz tras todas esas nubes oscuras del cielo. Una luz, es ella, la luna con las estrellas. Y tu sonrisa...tu sonrisa es el resultado de eones de súplicas de la luna al sol para que una sola estrella pudiese vivir en la tierra. Tu sonrisa tiene el brillo de esa estrella y la calidez de la noche oscura. Tu sonrisa es la única medicina contra mi dolor, pero hasta que no te encuentre, hasta que no sea capaz de materializarte ante mí no cesaré en mi empeño de mantener este castillo completo piedra a piedra, hasta que llegues.

Una estrella convertida en sonrisa caminando por la calle buscando entre la gente una persona afín que comprenda su alma. Una estrella esperando a ser descubierta, una estrella...latente en la tierra.

martes, 11 de octubre de 2011

Alcohol

Arcadas somnolientas me despiertan del sueño eterno de mi razón y mi esperanza. Me busco entre las sábanas blancas que he escondido en lo más hondo de un cajón oscuro para jamás encontrar la luz que mengua mi oscuridad interna. Una oscuridad que me hace caminar con paso dubitativo cuando salgo a la calle a encontrarme con la humanidad que mira mis ropas y mis ojos como si no fuese de este mundo, de este planeta.
Una extraterrestre perdida en un universo nada paralelo, un camino perdido entre tu puente y el mío. Un puente invisible como las teclas del piano olvidado que suena en el piso de arriba cuando intento dormir.
Duermo para soñarte, para soñar tu cuerpo enroscado al mío, a la luz de la tenue luna y al orgasmo silencioso de una noche apasionada.

Acaricio las nubes que velan de que el mar no se salga de su sitio y las moldeo con mi imaginación para formar tu cara, tu cuello, tu pelo y tus manos. Formo figuras oníricas que vienen de una utopía de color morado en la que la mujer es la reina de todo y el hombre queda en lo más bajo de la cadena. Ese mundo que sólo existe en mi cabeza, que día tras día piensa y piensa y no llega a ningún sitio.

Mas suspiro y no te encuentro. Mas respiro y ahí estás amor eterno, apunto de alcanzarte.
Y de repente despierto de una pesadilla provocada por el alcohol y las drogas y sigo sin tenerte, una lágrima o una gota de sudor recorre mi cara. Entierro mi cara en mis manos y entonces se cuela un rayo de sol que ilumina mi pecho, a la altura del corazón.

sábado, 8 de octubre de 2011

Piano

Al final del pasillo se escuchaban las notas de un piano que no cesaba en su música.

Los cuadros llenaban las paredes, la moqueta cubría el suelo de láminas de madera, protegiéndolo del tiempo y de las cicatrices.
El viejo pianista tocaba con sus viejas manos el viejo piano. Las viejas teclas de marfil, amarillentas por el paso del tiempo, aún sonaban como el primer día. Nota tras nota retumbaba en toda la estancia haciendo la esencia de aquel lugar un poco menos dura. Un poco menos pesada.
La ligereza del sonido viajaba por todas las partículas de aire que vivía dentro de aquella habitación; las notas olvidadas fallaban entre tecla y tecla y las cuerdas, golpeadas, ya no eran las mismas.
Pero seguía siendo el mismo sentimiento. Era la misma alma la que tocaba día tras día hasta caer exhausto sobre la cama y soñaba, soñaba que aquel piano volvía su ser, soñaba que su piel volvía a ser tersa, como la de un niño.
Entonces despertaba y recordaba lo que un día fue, el mejor pianista del mundo, ahora olvidado en una vieja mansión alejada de toda civilización. Recordaba los aplausos, el calor, las salas abarrotadas...lo recordaba, pero jamás lo recordó feliz pues no es más feliz el que más tiene sino el que es feliz con poco.
Nunca tocó aquellas teclas por dinero, era su musa, la más bella musa jamás nacida. La musa de tez blanca y cabellos rojizos lo miraba actuación tras actuación con sus ojos verdes para infundirle la seguridad necesaria para salir y deleitar al mundo con sus notas.

Esa musa fue la que se lo llevó. Esa musa fue la que acalló aquel piano, la que le dio la vida eterna. Aquella musa le concedió el deseo de volver a ser joven y vivir la eternidad junto a ella.
La música era su vida y el piano, la musa materializada en arte.

viernes, 7 de octubre de 2011

Campanadas

Sobre las cristalinas aguas de un pequeño lago, su cuerpo flotaba.
Las estrellas se acicalaban en el reflejo de éste y acariciaban con su tenue luz la piel blanca de aquella que viajaba a través de sus pensamientos, por el tiempo y por el alma.
A través de un muro de plata que escondía sus más sinceras palabras al mundo, ella callaba con sus labios cosidos pues su mirada era el único modo de comunicarse.
Sus ojos pedían auxilio, socorro, una mano que la sacara de aquella gélida agua y la curase con un simple abrazo, una caricia o un beso en los labios. Una persona que le devolviese el calor y las ganas de vivir, que le diera una razón por la cual día tras día ir quitándose los puntos de sus labios y poco a poco ir recuperando el alma.

La catarata que llenaba el lago no cesaba en su rezo y el murmullo del agua hizo que ella se durmiera entre sus ropas mojadas. Su vestido de gasa flotaba por el agua como si de su pelo se tratase y su piel, ahora morada, había dejado paso a las cicatrices.
La luna lloró, dejó caer una lágrima sobre la tierra y entre sus plateados rayos acogió a aquella chica con rasgos de muñeca para que durmiese eternamente en el cielo nocturno junto a sus hermanas estrellas.

Y de repente, como si estuviese planeado, la lluvia comenzó a mojar todo el suelo del bosque, las niebla se intensificó, los relámpagos iluminaban la triste y oscura noche y a lo lejos, el campanario anunciaba otra muerte más. Otro corazón rasgado, parado, olvidado. Mal de amores. Mal de un cuerpo que no ha soportado el paso de los días, que ha rechazado la soledad.
Mas ella ahora sonríe feliz por formar parte de tan increíble espectáculo y cada noche, junto a su madre luna, ilumina el cielo por el que muchos suspiran día tras día.

jueves, 6 de octubre de 2011

Bailarina

Sonaba la cajita de música mientras la bailarina bailaba sobre la mesa de cristal.
Sus alas, rotas por el frío, se movían al son, intentando hacer que ella volara sobre el frío hielo. Mas su vestido, raído por las ramas secas y muertas dejaba al descubierto su piel blanca.
Sus medias, sus zapatitos, todo había quedado destruído por el frío.
El frío que inundaba su pequeño corazón atrofiada, su pequeño corazón olvidado en lo más alto de una montaña. Allí ella bailaba y bailaba hasta que salía el sol...que nunca salía.

Sobre aquella mesa de cristal se grababan las mismas notas de piano rasgado. Notas que no llegaban a oídos de nadie, que se perdían entre las nubes grises, entre los copos de nieve, entre las lágrimas congeladas.
Sentimientos que caían sobre el suelo, que se los llevaba el viento, atados a un pequeño globo blanco que volaba y volaba y jamás se supo más de aquel globo...

Y aquella bailarina, bailaba su vals, sola, olvidada en algún rincón de alguna montaña perdida entre las nubes y la nieve. Esperaba un rayo de sol, un rayo de luna, algún rayo que pudiese despertar su interior y salir huyendo y luchar.
El piano cesó en su música y ella cesó en su baile. La nieve dejó de caer y se hizo el silencio, al fin.