domingo, 2 de diciembre de 2012

He soñado.

He soñado que besaba tus labios en un sueño. He soñado que tu olor embriagaba mi cabeza, abrazaba mi piel y que tu piel, se fundía con la mía entre las sabanas.
Tus dedos se entrelazaban con los míos, escondidos del mundo, mientras nadie miraba. La oscuridad hacía de tus besos el lugar perfecto en donde esconderme, mis susurros erizaban tu piel, estremecían tu cuerpo y alimentaban la pasión.
El sueño me hizo estar entre tus brazos una noche. Me hizo perderme en tus caricias sin pensar en el momento en el que te tuvieras que marchar; sin pensar en lo que pasaría después. Sólo existía la habitación, la cama y dos cuerpos dispuestos a encontrarse bajo un manto de estrellas que aterciopelaban la piel con su luz. Mas tuve que despertar y no fue agradable, pues al abrir los ojos no estabas entre mis brazos. Mis labios te echaban de menos, mis oídos aún escuchaban tus gemidos, mis manos aún sentían las tuyas y mis ojos aún se reflejaban en los tuyos. Pero tú no estabas, ni siquiera tu olor estaba. Volví a cerrar los ojos, para soñarte una vez más, para evadirme del mundo en el que tengo que vivir sin ti, para olvidarme de que me despierto cada mañana sin ti.
Aunque cada noche que alejo mi mente, te imagino frente a mi, acariciando tu espalda, retorciendo tu alma en placer y delirios. En sueños de deseos que pedimos a las estrellas cuando nuestros labios aún no se habían cruzado.

Pero me di cuenta de que los sueños, sueños son y que al pensarte, mientras duermo, mi corazón te echa un poco menos de menos y mis labios te desean, un poquito más.

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