martes, 25 de diciembre de 2012

Navidad

Hoy he mirado a los ojos a la tristeza y me he reencontrado con ella.

Los ojos llorosos, las ganas de echar a llorar, de esconderte entre las sábanas y dejar pasar el día, la noche y los meses. Huir del frío de la soledad y resguardarte en el calor ficticio que da un Sol apagado en un cielo lleno de nubes.
Así te vi a ti esta noche, hundida y sin poder moverte, sin palabras de aliento que puedan sacarte una sonrisa; esperando algo inesperado salga a la luz y te haga sentirte bien por una vez.

Mis palabras, inexistentes, silenciadas por la impotencia del momento, no han podido sino, dejar de ayudar. Por más que deseo una sonrisa tuya, más te aleja la soledad y menos vida te deja. Pero sólo tengo una cosa que decir; que saldrás. Sea como sea, pero saldrás, y volverá de nuevo a ti esa sonrisa que tanto ilumina las noches más oscuras.
No espero sino, que sepas, que no estás sola, que tienes a tu lado a alguien que te ayudará a salir de esa oscuridad que a veces te conquista, que secará tus lágrimas siempre que quieras que las vea, que ahuyentará tus miedos cuando no puedas más. Porque te quiero. Porque te lo mereces. Porque, aunque no te lo diga, mi vida no es la misma si tú no me sonríes cuando te veo.
Y la amistad no se basa en las veces en las que pueda verte, sino en las veces en las que te vea sonreír.
Porque lo único que quiero pedir como regalo de navidad, es una de tus sonrisas. De esas que quitan el aliento y animan el alma.

Sonríe.

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