domingo, 12 de febrero de 2012

El mar

Las profundidades del mar rugían palabras inaudibles. El azul cegaba en los ojos y el viento secaba las lágrimas de alegría.

El perfume de una persona volaba entre la brisa y su sonrisa, iluminaba todo el día.
Las nubes tapaban el sol para que durmiese, pero daba igual, la luz que emergía de una dulce sonrisa permanente fue suficiente para llegar al principio o al final o a donde fuese.
Que no había frío que me enfriara el corazón en ese momento, que no había disgusto que destruyese mi alegría, que no había monstruo que hubiese podido arrancar ni un sólo grito de miedo de mi cuerpo.

No importaba el tiempo, el sitio o el lugar. Sólo importaba el mundo en ese instante y que el tiempo no pasara en el reloj ni en las nubes. Pero la noche se hizo y el último grano del reloj de arena cayó en el montón, fundiéndose con los demás al igual que un abrazo inesperado en una calle cualquiera.

1 comentario:

  1. Yo lo llamo motivación, y es la mejor parte de todo, el sentirse invencible...
    Me encanta este texto, M. ^^

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Mancha de pintura