viernes, 16 de diciembre de 2011

Corazones de Jengibre

Estaba ella de pie en la cocina. Tenía las manos y la cara manchadas de harina, el delantal rojo tenía pizcas de la misma y parecía nevado.
Su pelo castaño le caía por encima de los hombros, recorría su espalda y volaba por encima de la masa.

Con su estilizada figura amasaba la pasta que estaba sobre la encimera, de color marrón, mientras las ventanas se empañaban. Azúcar, harina, jengibre y una pizca de sal de sus lágrimas. Todo unido se convirtió en una masa uniforme que aún no tenía pinta de nada. Entonces cogió uno de los moldes de acero que le habían regalado y fue cortando toda aquella masa. Pequeños corazones llenaba la cocina. El olor del jengibre y el azúcar moreno llenaban la casa, el calor del horno la calentaba y calentaba su corazón roto en mil pedazos que, poco a poco se fueron uniendo.

La sonrisa de sus labios se escondía tras un muro de hielo.
El calor la hacía sentirse abrazada, querida, importante. Aunque no lo fuera tanto o eso pensaba ella. Alguien desde lejos le había pellizcado el alma, pero no se había dado cuenta.

Entonces ahí estaba ella. Sentada frente a la chimenea comiendo corazones de jengibre con las esperanza de éstos unieran al suyo y le dejasen estar completa una vez más. Sólo quería su corazón entero, un corazón completo para poder enamorarse de verdad.
Ella sólo se había enamorado una vez y quizás no sabría diferenciarlo, pero no le importaba.
Pensaba en ella mientras mordía la última galleta y su sonrisa fue más dulce que otras veces al imaginarla. Por primera vez tendría una feliz navidad de verdad. Rodeada del olor del jengibre en su casa y con la esperanza de vivir rodeada en los brazos de otra persona.

2 comentarios:

  1. aiiiish!! vale, este me gusta incluso más que el último!! porque me imagino toda la escena!! me encanta como describes!!! *.*

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  2. Me encanta *.* Parece que el calor de la chimenea y del horno te llega cuando lo lees...describes genial las escenas =)

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Mancha de pintura