viernes, 25 de enero de 2013

Sangre

Es lo que te da la vida. Lo que, sin ello, no existirías. Tus músculos no crecerían, tu corazón no latiría, tu cuerpo no se movería, tus sentimientos no fluirían, tu cabeza no pensaría; tu vida, no viviría.

No existe la vida sin oxígeno, pero tampoco sin sangre. ¿Mas qué es la sangre? ¿Qué supone para nosotros? Líquido rojizo por el cual fluyen las palabras desbocadas, que corre más rápido cuanto más cerca está de ti, que te impulsa a dar el paso y rozar sus labios pero que te frena en el último segundo.
La sangre no es sino, la autopista del sentimiento. Hace que lleguen esas palabras a todos los resquicios de tu cuerpo, se pasea por tu cabeza y por tu corazón al mismo tiempo haciéndola constante y continua, provocando en ti una infinitud de movimientos, de espasmos, de miradas y sonrisas, de roces y caricias. Provoca que seas vulnerable, que se lleve lo más hondo de tu corazón, las palabras que jamás le dirías y que guardas en tu cabeza; las transporta hasta la punta de tu lengua para que, sin darte cuenta, articule todo ese discurso que tantas veces habías ensayado con los ojos cerrados e imaginándotela delante de ti.

Has empezado a hablar, ahora no puedes pararte. La sangre corre más y más deprisa dentro de ti y tu corazón es incapaz de bombearla a tiempo, y por culpa de ello te tiembla la voz, te sudan las manos, tus ojos se pierden en todos lados menos en los suyos y tu vida se para por un segundo. El aire deja de llenar tus pulmones, el corazón deja de bombear, la sangre deja de fluir, y el sudor deja de caer.
Te ha besado. Te ha besado y tus labios han sentido cómo lo hacía lentamente, despacio, parando el tiempo. Pero no has sabido reaccionar a tiempo.

Entonces todo tu cuerpo se reinicia y vuelve a la normalidad. La miras atónita, no sabes qué decir, ella está sonriendo ¿qué espera? ¿Otro beso? ¿Una palabra? Optas por lo primero y vuelves a besarla y de nuevo tu cuerpo se frena en seco y te entra el miedo.

Lo que no sabes es que cada vez que te bese morirás un poco más porque a pesar del placer que conlleva besarla, significa que será un beso menos que podrás darle. Un segundo que no recuperarás, pero eres valiente y la besas una y otra y otra vez, sin importar a quién debes de pagarle todos esos besos, pues, si las estrellas quieren, jamás tendrás que hacerlo. Tu cuerpo muere un poco más cuando la sientes contigo, tu corazón da un vuelco cuando te tiene consigo, tus labios mueren por besarla cuando no lo están haciendo y tú, tú pequeña estrella, te has perdido sin quererlo en un laberinto del que no sabes si saldrás.

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