domingo, 13 de mayo de 2012

Gata

La oscuridad se cernía sobre el cielo de la tierra y la diosa Luna dormitaba en su escondite.
El cielo negro se comía la luz del Sol como si no hubiese comido jamás. Los colores anaranjados y rosas se apagaban cuanto más caminaba la oscuridad.

Una pequeña gata de ojos pardos caminaba sobre la nieve de invierno y buscaba un sitio donde no morir congelada antes de que la última luz muriese en el horizonte. Sus patitas se mojaban con la nieve, ya no sentía sus almohadillas y no sabía si seguía teniendo cola. Asustada, aceleraba su paso para encontrar un cobijo en alguna cueva o árbol. Cuanto más rápido intentaba caminar, más se apoderaba la oscuridad del cielo.
La gata cayó rendida sobre la fría nieve y pensó en lo peor. El final de su vida, su muerte, jamás volver a ver un amanecer, jamás volver a jugar entre los rayos del Sol y jamás sentir la brisa en sus bigotes.

Abrió uno de sus ojos pardos, y una luz iluminaba en el cielo. Era tenue, pero brillaba. Era pequeña, pero iluminaba casi como el sol. Los rayos de aquella pequeña estrella le marcaban el camino hacia una cueva. la gata se puso en pie y caminó hacia allí. Se quedo en la entrada y miró al cielo, esbozó una sonrisa, y maulló.
Aquella estrella brilló desde ese día, hasta hoy. Era pequeña, más pequeña que sus hermanas, pero había sido creada con un único propósito. Iluminar.

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